La cultura Azteca, que se desarrolló durante el Período Post Clásico en Mesoamérica, tiene su origen, según su propia historia, en un grupo bárbaro, cazador – recolector, conocido como chichimecas que, emigrando desde Aztlán, se habrían instalado en un islote del lago Texcoco.
Allí expulsaron a los tepenecas en 1370 d.C. y fundaron la ciudad de Tenochtitlán. Con otros grupos formaron una triple alianza que duró hasta que los aztecas se independizaron y comenzaron su expansión. En 1519, cuando el imperio era gobernado por Moctezuma II, llegaron los conquistadores españoles bajo el mando de Hernán Cortés, y aprovechando las enemistades que habían generado los aztecas entre sus vecinos, los derrotó rápidamente. Influencias toltecas y teotihuacanas habrían marcado el arte y la arquitectura Azteca.

La sociedad se dividió en veinte clanes llamados calpullis, donde la religión influía de un modo preponderante, constituidos por grupos de personas vinculadas por parentesco, divisiones territoriales, la advocación a un dios en particular y continuación de antiguas familias unidas por un lazo de parentesco biológico y religioso que derivaba del culto al dios titular. Cada clan contaba con tierras, un templo y un jefe o calpullec. Se dividían en tres clases: nobles, gente común y esclavos.

Los aztecas tenían la mejor tecnología que se podía obtener dadas las condiciones en que vivían como acueductos, palacios, pirámides y templos que se alzaron como tributo a sus dioses y como testimonio de poder para la humanidad.
La arquitectura imperial tiene sus mayores exponentes en las construcciones sagradas y los edificios públicos. Los templos, si bien varían, son básicamente pirámides con una escalinata de acceso, en la cima de la cual se encuentra el santuario. Uno de los más importantes es el Templo Mayor de Tenochtitlán.
Los palacios de la nobleza eran de variadas dimensiones y construcción. Según los primeros cronistas, tendrían varias habitaciones, vastas salas con columnas, patios interiores, terrazas y jardines.
Las casas del pueblo eran de caña y barro, de piedra en las ciudades, pequeñas, de un piso, pero por lo general con jardín y un baño de vapor.
En obras públicas destacan las ciudades fronterizas militares, y los acueductos y diques de Tenochtitlán.
Arte
-En piedra destacan las esculturas de los templos, que principalmente representaban a dioses.
-El Calendario Azteca, que medía el tiempo en un año de 365 días y cada 52 años se repetía el ciclo.
-La pintura mural se conserva poco, pero están los códices que consignan la historia, llevan las cuentas del imperio y relatan mitos.
-En artes menores, destacan las máscaras funerarias de madera con incrustaciones de turquesa, obsidiana o nácar y los cráneos tallados en cristal de roca.
-En oro y plata hicieron collares, pectorales, brazaletes y otros adornos personales, así como estatuillas de dioses.

Cuenta con un panteón bastante amplio, encabezado por Uitzilopochtli, Dios del Sol y la Guerra; Tlaloc, Dios de la Lluvia; entre muchos otros. Según la mitología azteca, Quetzalcoatl, Dios del Viento, habría hecho renacer al pueblo en la última era, a partir de huesos y de su propia sangre. Por ello, los aztecas sentían la obligación de retribuirle con sangre, sobre todo para que el sol venciera a la oscuridad.
Los sacrificios humanos pasaron a ser el ritual más importante. Los sacrificados provenían de distintas fuentes, había voluntarios y personas criadas para ello, para los cuales era un honor, pero también jugadores del Juego de Pelota, aunque la mayoría eran esclavos y prisioneros de las así llamadas “Guerras Floridas”, realizadas expresamente para este fin.
El ritual se realizaba sobre piedras de sacrificio, donde la víctima, finamente ataviada, era sostenida por cuatro sacerdotes, mientras un quinto le abría el pecho con un cuchillo de piedra, para sacarle el corazón, que era arrojado al fuego o devorado por el captor.

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